(Bosque de Orgi-Elizondo-carretera de Orabidea)
Pasamos una muy
tranquila noche con algún chaparrón, fuerte, pero breve. La mañana del sábado 26 de septiembre amanece con un
cielo cargado de nubes donde de vez en cuando se abren dejando paso brevemente
al color azul del cielo. No parece amenazar lluvia, así que con mucha
tranquilidad desayunamos, recogimos nuestras cosas y pusimos rumbo al bosque de
Orgi en Lizaso.
Autopista hasta
Pamplona y luego buenas carreteras donde el color verde lo pinta casi todo y la
vegetación cubre grandes extensiones. Nos llama especialmente atención el tipo
de casas, que no son casas, son casonas grandes, elegantes y algunas con unos
gigantescos porches en los que cabría un buen apartamento. No hay casas
pequeñas, y las que vemos nada tienen que ver con las mejores casas castellanas.
Sin duda es una región rica que poco tiene que ver con otras regiones de
España. Es curioso, ningún lugar pobre pide la independencia.
Sin mayores problemas
llegamos a nuestro destino, a un gran aparcamiento (42.965575; -1.678419) . Son las 10.45 horas y una joven nos dice que si entramos ahora
tenemos que salir a las 12 pero que si
esperamos a las 12 podremos permanecer hasta las 16.
Tenemos que pagar 5
euros por coche. Decidimos esperar retirándonos al cercano pueblo y entrar a
las 12. Y el tiempo se nos pasa
rápidamente y las 11,30 llegan sin darnos cuenta. Regresamos y la joven de la entrada nos dice que podemos
aparcar.
Y nos preparamos para
lluvia, aunque por ahora, el cielo no es muy amenazante.
El bosque de Orgi es un bosque de robles centenarios de ochenta hectáreas, único testigo de los robledales húmedos de Navarra. Bosques muy escasos y poseedores de gran interés ecológico ya que una de sus peculiaridades es la existencia de un tipo de roble que puede vivir en los suelos encharcados del fondo del valle, los Quercus robur.
Comenzamos en un
laberinto recorriendo un sendero sinuoso de 300 metros que nos adentra en el
bosque para acabar en el "Árbol
caído", un roble gigante derribado antaño por el viento y hoy cubierto por
otras plantas.
Después, un camino de
casi un kilómetro y medio nos conecta con un tercer recorrido, la senda.
En nuestro paseo vamos
encontrando hermosos ejemplares, algunos de gran envergadura y hermosos rincones, algunos acondicionados
con bancos de madera, pasarelas e incluso casi al final una pequeña caseta para
observar aves. En silencio nos sentamos
a mirar herrerillos, pinzones y carboneros mientras que comienza una débil
lluvia.
Robles de varias
especies (americanos y rojos) conviven con árboles menores como acebos, arces,
espinos y olmos, y un rico sotobosque de herbazales, helechos, brezos o
enebros. Llegamos a un pequeño observatorio de aves donde nos sentamos en
silencio a mirar herrerillos, pinzones y carboneros mientras que comienza una
débil lluvia.
Allí permanecemos
abstraídos disfrutando de las avecillas hasta que decidimos salir dando por terminada
nuestra visita bajo una fina capa de agua.
Y ahora decidimos poner rumbo a Elizondo para pasear
por sus calles. Pero antes paramos en una zona de descanso de la carretera a
escasos kilómetros de la localidad. Pero el descanso de después de comer se
hace prácticamente imposible. La
carretera hace un ruido infernal, un camión llega y se queda detrás sin apagar
e motor, una pareja de jóvenes discute y ella se lía a dar patadas al coche….Descansar
lo que se dice descansar, no lo conseguimos pero no podemos decir que no fuera
un rato “entretenido”. Decidimos interrumpir nuestro pretendido y no logrado
descanso y continuar.
Atravesamos Elizondo buscando un sitio donde aparcar que encontramos casi a las afueras. Cuando bajamos de la autocaravana un cielo de un gris plomizo amenazaba lluvia. Nos dirigimos al centro de esta ciudad, capital del Valle de Batzan y que aglutina a casi la mitad de su población, donde caminando entre sus ordenadas calles y casas encontramos grandes y nobles casonas de piedra de ilustres fachadas y con escudos nobiliarios espectaculares, con hermosos balcones, algunos de ellos cargados de flores.
Como curiosidad sobre esta localidad añadir lo que lei: parece que ha destacado siempre la infraestructura dotacional (para sus características demográficas), y el alto número de sucursales bancarias y de ahorro que sin duda son o eran consecuencia de la abundancia económica de algunos indianos regresados de las américas con las arcas bien llenas y del contrabandismo que la proximidad de la frontera ha propiciado tradicionalmente.
Y seguimos disfrutando
de esta bonita localidad hasta llegar al puente de Txokoto sobre el río
Bidasoa, la típica postal de Elizondo. Y el lugar y su entorno es realmente
hermoso. Pero aquí comenzó a llover y lo que al principio era una suave
llovizna fue tornando en un fuerte chaparrón, así que decidimos regresar a la autocaravana. Y la que más sufrió este más que previsible
aguacero fue nuestra amiga peluda que cada vez que veía un portal se empeñaba
en meterse para protegerse.
Ya en la autocaravana
y una vez seca nuestra compañera, ponemos rumbo al lugar de pernocta escogido:
en park4night aparece en la carretera a
unos 12 km de donde estamos un lugar que califican como fantástico por las
vistas.
Así que en ausencia de
otro mejor, allí nos dirigimos. Pero cuando llegamos a la desviación nos
topamos con una estrecha carretera que asciende, además en pendiente pronunciada. Inicialmente
decimos que por ahí no íbamos y creemos habernos confundido. Pero los dos
navegadores que llevamos insisten en que ese es el camino. Además, otros antes
que nosotros han llegado, así que tras dar una vuelta nos vuelven a dejar en el mismo
punto: enfrentados a esa estrecha entrada en pendiente.
Así que paramos y yo
decido investigar andando. Observo que la carretera que inicialmente era muy
estrecha, luego se ensancha algo, un poco solo. Pregunto a un joven que
desciende y me dice que suben autocaravanas y que podemos circular con cuidado sin
mayores problemas. Son 6 kilómetros los que nos separan de nuestro destino y
animados por los 11 comentarios que hemos leído sobre este lugar que lo
describen como idílico, y lo que este joven nos había dicho, comenzamos la
ascensión conteniendo la respiración. En algunos lugares y en más de uno y de dos, la carretera no permite el
paso simultáneo de dos vehículos, pero en poco tiempo coronamos y alcanzamos
nuestro objetivo.
Está en lo alto de un puertecillo de montaña (43.159101; -1.582094) a tan solo 575 m de altura pero las vistas son espléndidas, maravillosas. Estamos rodeados de verde, por un lado la carretera continúa descendiendo suavemente discurriendo entre suaves lomas verdes y por otro se abre a un espectacular valle, de suaves ondulaciones, verdes, hasta que la vista se pierde en las nubes que parecen jugar con los puntos más altos de estas pequeñas elevaciones. Las nubes a veces se desgajan y a jirones ascienden y el sol ocasionalmente vence a las nubes y consigue iluminarlo todo. Pueblecitos aparecen salpicando y rompiendo la monotonía verde del horizonte. Toda una belleza.
Vacas y ovejas pastan tranquilamente. Las ovejas están sueltas por todos los lados, incluso pasean por la carretera tranquilamente. Un concierto de cencerros de distintos tonos acompaña las hermosas vistas de este lugar único.
Y no lo puedo resistir
y saco mi silla y mi reposapiés y me oriento hacia el valle al que mis pies
apuntan y allí me quedo, anonadada, tratando de absorber tanta belleza, tanta
paz, tanta serenidad por cada poro de mi piel y de acumularla como si fuera una
“placa solar”….para el otoño y el invierno, si llego.
Una hora después el
fresco me obliga a protegerme en el interior de la autocaravana pero sigo
disfrutando de unas maravillosas vistas a ambos lados y desde el interior de mi
casa. Un lujo, y de nuevo, gratuito.
A las 20 horas
seguimos solos a excepción de una furgonetilla que ha llegado con una sola
ocupante y no sabemos si se quedara a hacer noche aquí. Nosotros mañana
descenderemos pronto para evitar encontrarnos con alguien, lo que no deja de
preocuparnos.
Pasadas las 9 de la
noche nos acompañó otra autocaravana. Y rompió a llover y la lluvia nos golpeaba. El golpeteo de las gotas al romper, monótono, suave, es otro de los placeres más
sencillos de los que disfruto. Afuera, oscuridad total. Nos fuimos pronto a la
cama y despertamos un poco antes del amanecer, sobre las 7,30 del domingo 27 de septiembre.
(Señorío de Bertiz-Puerto de Otsondo)
Abrí rápidamente la ventana, como si no pudiera perderme un segundo, para contemplar un hermoso paisaje que se fijaría a la retina de mis ojos y que ya atesoro entre mis recuerdos.
A través de la ventana manchada con las gotas de la lluvia podía contemplar el valle tapado por una densa capa de nubes. El delicioso y siempre sobrecogedor espectáculo del mar de nubes que le hace a uno sentirse en el cielo y como si el resto del mundo real hubiera quedado separado de nosotros por esta densa capa de algodón.Poco a poco la luz se
fue abriendo paso y salí a contemplarlo sintiendo el aire fresco en mi cara.
Rápidamente me dirigí a contemplar el valle. Ahora las nubes se iban abriendo y el valle iba siendo iluminado tímidamente por los rayos del sol.¡ Qué espectáculo más hermoso! ¡qué belleza!. Como si alguien fuera encendiendo una suave luz que iba llenado de vida todo a mis pies. Solo por contemplar esto merecía la pena haber subido hasta aquí y la inquietud que me generaba afrontar ahora el descenso por esta estrecha carretera.
Preparamos el desayuno iluminados ahora por la luz clara y limpia del sol en un día en que el cielo era azul y las nubes parecían haberse quedado abajo, apartándonos del mundo real. Lo tomamos sin dejar de contemplar este escenario único. Y es que no me cansaba de contemplarlo. ¡El mejor hotel y el mejor restaurante!!. Y cuando pienso en esta frase recuerdo a un autocaravanero al que solo conocí una vez y que muy pronto, nos dejó. Suya era esta frase: “el mejor restaurante del mundo”. Es un pequeño homenaje a su recuerdo.
Pasadas las 9 recogimos todo y afrontamos el
incierto descenso hacia la realidad.
Y tuvimos mucha
suerte. Se nos hizo más corto que la subida, quizás porque descender es más
fácil que subir y es que a la estrechez de la carretera hay que añadir unas
cuantas curvas con un desnivel destacable
y que cambiaban de sentido. Pero
únicamente nos encontramos con un land rover que subía y en una parte fácil
donde había espacio suficiente para pasar los dos retirándonos un poco.
6 kilómetros
aguantando la respiración y al final nos encontramos abajo y pusimos rumbo al Señorío de Bertiz a donde llegamos en
escasos 15 minutos ya que estábamos a pocos kilómetros. Pero cuando llegamos
allí encontramos un cartel de “completo” encima de la señal de aparcamiento así
que nos dispusimos a buscar un lugar donde poder dejar la autocaravana. No fue
difícil, pero no comprendía mucho el motivo de la señal, así que fui a
investigar observando que el cartel de completo había desaparecido por lo que
regresamos y entramos en el aparcamiento que estaba prácticamente vacío.
En la taquilla nos dieron un plano y nos explicaron el recorrido que habíamos elegido. Pedimos uno de 2 o 3 horas y poco desnivel así que lo tuvieron fácil para aconsejarnos. Solo 1 ruta cumplía estos requisitos, ruta que luego si queríamos podíamos prolongar hasta 9 km.
Nos informaron que los
jardines históricos del Señorío cerraban a las 14 horas y volvían a abrir a las
16. Nuestro recorrido por el bosque era gratuito pero no así los jardines.
El Señorio de Bértiz
es el primer Parque Natural declarado en Navarra. Se enmarca de esta forma en
la red de espacios protegidos de la Comunidad Foral. Bertiz es un espacio
singular, tanto por sus caracteristicas naturales, como por su historia.
Así que comenzamos caminando por una carretera y llegando a unas carboneras tomamos una senda a nuestra izquierda que ascendía primero entre robles y castaños y luego entre hayas mezcladas con acebos, algún que otro avellano, helechos y otras especies vegetales. El camino era fácil y a veces ascendía suavemente y otras llaneaba. Y encontramos muy poca gente.
El paseo fue una
delicia y el día acompañaba. La luz apenas llegaba a traspasar la cúpula verde
de las inmensas hayas que estiraban sus ramas hacia el cielo buscando la luz. Vemos también lo que el agua ha hecho, derribando enormes árboles
que se han quedado para pasto de los insectos.
Casi a la mitad del
recorrido, dejamos la senda para caminar por una ancha pista de grava (color
rojo en el plano) que luego vuelve a convertirse en asfalto (color verde) terminando
donde habíamos comenzado. 6 km, y un poco más de 2 horas.
Regresamos a la
autocaravana con la idea de darnos una ducha -teníamos localizada ya una área donde
abastecernos por la tarde- y comer para después de darnos un descanso, visitar
los jardines históricos que vuelven a abrir a las 16 horas.
Y según lo previsto,
visitamos estos hermosos jardines “históricos”, no muy grandes si los
comparamos con otros que hemos visitado. Con más de 100 años de antigüedad, es
quizá el mayor tesoro del Parque Natural. Está conformado por un bello
entramado de caminos y senderos sinuosos rodeado de grandes árboles de muy
diversos tipos, setos, arbustos y macizos florales; existe una nutrida
representación de especies autóctonas así como gran cantidad de plantas exóticas.
Además de su riqueza botánica hay peculiares ambientes, conseguidos gracias a la existencia de varios estanques, pequeños puentes, glorietas, y otros elementos de gran belleza como el mirador y
la capilla, joyas del Art Nouveau, de los siglos XIX y XX. La fachada de lo que en su día fue la casa es toda una belleza, como casi todas las que jalonan este valle. Su interior es sala de exposiciones.
Tras más o menos una
hora, dimos por finalizado nuestro paseo poniendo rumbo al área de
autocaravanas para realizar labores de “intendencia” y luego ir a pasar la
noche al puerto de Otsondo, al merendero, ya que el área era bastante fea, en
un polígono industrial donde además leemos que a primera hora de la mañana había
movimiento, asi que no parece invitar nada
a quedarse.
Y ahora estamos a unos
7 km del área, en el merendero del puerto (42.233145; -1.498761), junto a la
carretera por la que apenas pasan coches y en un sitio muy agradable. Una
furgoneta y otra autocaravana nos hacen compañía.
Como anécdota, hemos
descubierto que esta es la carretera de Orabidea, la misma por la ascendimos la
noche anterior para dormir. Si la continuamos, allí llegamos, pero su estrechez
nos disuade sin dudarlo un momento. Y descubro también para mi decepción, que para
ir a la ruta del molino del infierno, que quería hacer mañana, hay que circular
12 km por esta misma carretera, así que con los que hicimos ayer y hoy, me doy
por satisfecha y sustituiré esa actividad por otra.
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