(Las Bardenas Reales. La Bardena Blanca)
El miércoles, 23 de septiembre, tras una tranquila y fresca noche pusimos rumbo a las Bardenas a donde
llegamos a las 10,30 a su centro de visitantes. Allí nos proveyeron de un mapa
e iniciamos el recorrido circular que bordea el campo de tiro.
Después, una carretera
nos depositó frente a una zona militar y allí una pista ancha se abría a
derecha e izquierda. Iniciamos el recorrido por nuestra izquierda.
Y comenzamos ya a
disfrutar del paisaje desolado y único
de este lugar. Su belleza es sobrecogedora y ahora, 25 años después, era capaz
de disfrutarla aun más. Y de nuevo tengo que quitar la razón a Leon Felipe
cuando dijo que no debíamos regresar a los lugares en donde algún día fuimos
felices. Ya lo he hecho a algún sitio más y he vuelto a ser feliz, de otra
forma, con otra vida, con otros ojos, con otros sentimientos, distintos, ni
mejores ni peores. Solo con los ojos y la madurez de mi corazón. También es
cierto que otros si me han entristecido, pero también esa experiencia me ha
enriquecido.
Disfrutamos de la
desolación de este lugar, del resultado del concienzudo trabajo que a través
del tiempo había hecho el agua con la tierra, de su modelación a través de
miles de años y de cómo sigue haciéndolo, conformando un lugar único,
exquisito, inigualable y de una belleza peculiar e inhóspita.
Recorrimos lo que se llama la “blanca baja” por una pista que rodea el polígono de tiro. Hasta llegar al Cabezo de Castildetierra hicimos algunas paradas llenando nuestros ojos del color dorado de la tierra de esta inmensa llanura salpicada por cerros pelados.
El Cabezo de Castildetierra, es una peculiar chimenea de hadas que es el alma del parque. Es una formación geológica única que es la imagen del parque y sirve de ejemplo para explicar los procesos erosivos de las Bardenas. Contemplándola desde varios ángulos dejamos transcurrir el tiempo.
Después, giramos a la derecha y a mitad del recorrido nos internamos en Pisquerra, uno de los lugares más espectaculares de todo el parque. Lo disfrutamos desde lejos. Elevaciones arañadas por el agua con un valle central por el que parecía que de un momento a otro iban a aparecer “el bueno, el feo y el malo” o cualquier otro protagonista de un “espagueti wetern”. Mañana atravesaríamos este páramo en dirección al Monasterio de La Oliva en Carcastillo.
Casi sin darnos cuenta
nos dieron las 13,30 y dejamos atrás el parque para poner rumbo sur y dirigirnos hacia Tudela un
poco con la intención de adentrarnos en la bardenas negras, pero primero
debíamos de comer y la búsqueda de un lugar sombreado ya que el sol era de
justicia, se hizo dura. Pero lo encontramos y disfrutamos de nuestra comida y
de un rato de descanso cobijados bajo la sombra de unos enormes árboles, para
después, adentrarnos por un camino de tierra que salía a la izquierda de la
carretera hacia las bardenas negras.
Pero el camino no era
tan bueno con el de las bardenas blancas, el tamaño era justo el nuestro y la
visibilidad limitada, así que decidimos a 2 km de nuestro destino, dar la
vuelta y regresar sobre nuestros pasos.
Mañana seguiremos
rumbo al norte, al Monasterio de la oliva y hasta donde lleguemos. Frente a
nosotros hay un grupo de 4 personas y 2 niños que montan tal escándalo que
parecen 20. Nada parecido a lo que pasa en el país vecino….Lo bueno…es que me
entretiene la conversación que mantienen y eso que están a más de 20 metros de
nosotros…y su acento…ese marcado acento maño…cerrado…siempre me hace sonreir.
Cuando cayó la luz y comenzó la oscuridad, se encendió la iluminación de las cuevas que tenemos a espaldas del área. Cuevas que en su día fueron viviendas y que se desparraman por toda la pared. La luz que las ilumina es de colorines. El abanico cambiante iba desde el rojo al amarillo pasando por casi todo el espectro del arcoíris. La más bonita, la natural. Las otras, curiosas.
(Monasterio de Santa María la Real de la
Oliva-Ujué-Sangüesa-Castillo de Javier-Foz de Lumbier)
Estamos ya a viernes
24. Ayer jueves, 24 de septiembre no
pude escribir. Fue un día muy apretado. Los pronósticos meteorológicos preveían
lluvias intensas a partir de hoy así que ayer madrugamos e intentamos
aprovechar el día sobre todo visitar al menos unas de las dos “foces” que teníamos
previstas para el viernes, y elegimos la de Lumbier que terminamos de recorrer
a las 8 de la noche.
Así que nos levantamos
temprano en un día soleado, aunque por la noche cayó un buen chaparrón, para
dirigirnos a Carcastillo, al Monasterio
de Santa Maria la Real de la Oliva, un monasterio cisterciense a pocos kilómetros
de esta localidad.
Habíamos decidido atravesar las Bardenas Reales continuando la pista que rodea el campo de tiro hacia la zona denominada Pisquerra rumbo norte. Así alrededor de las 9,15 nos internamos de nuevo en las Bardenas casi en completa soledad y tan solo nos cruzamos con un coche que salía de la zona militar y otro ya en las Bardenas que debía de venir de la zona de Carcastillo. El agua caída por la noche apenas había dejado rastro en la arena y de nuevo, levantamos tras de nosotros una nube de polvo que volvió a meterse en el interior de los armarios de la cocina.
En unos 40 minutos llegamos
al Monasterio, con un tranquilo y sombreado aparcamiento donde podríamos haber
pasado la noche. En realidad, la tarde de ayer fue “fallida”. Lo más
destacable está en la Bardena blanca, aunque quizás hablo desde mi
desconocimiento, pero lo que es cierto es que nos sobró la tarde y si la
hubiéramos dedicado a poner rumbo a este lugar, al Monasterio, habríamos
pernoctado aquí protegidos más del calor y mucho más tranquilos. Pero hay que
asumir también los fallos en nuestras previsiones.
Dejamos protegida del
sol a la autocaravana y a nuestra amiga peluda dentro para entrar en el
monasterio. Allí nos recibió un fraile vestido con un mono de jardinero dándonos
unas breves instrucciones ya que nos dijo que la pequeña capilla de San
Jesucristo que solía estar cerrada, la teníamos abierta indicándonos por donde
llegar.
Este monasterio es uno
de los más genuinos ejemplos del arte cisterciense en España. Tras siglos de
esplendor en la Edad Media, la guerra de la independencia y la
Desamortización lo dejaron en ruinas y
abandonado hasta que en el siglo XX se restauró y restituyó la vida monástica.
Después por los jardines y la antigua cocina, accedimos al maravillo claustro cisterciense. Además de la belleza del lugar, estábamos solos y pudimos disfrutar de este mágico lugar. Reconozco que mis preferidos son los románicos, pero los cistercienses…también me subyugan ya que su sencillez los hacen hermosos y grandiosos a la vez.
la antigua sacristía, el refectorio y lo que queda de la cocina.
Atrás dejamos este Monasterio
para dirigirnos al área de autocaravanas de Carcastillo, (42.37778 /
-1.43861) estupenda, cómoda y gratuita donde cargamos y descargamos
agua, preparándonos para dos o tres días en los que no encontraríamos ninguna
área cercana. Dos autocaravanas francesas llegaron en plena operación. Menos
mal. Cinco minutos más y nos habría supuesto media hora de espera. Pero tengo
que decir que el área no tiene ningún atractivo. Es un solar entre tapias sin
arbolado alguno pero perfectamente válido para pasar una noche rápida o cargar
y descargar agua, lo que hay que agradecer a la “municipalidad” como bien dicen
los franceses.
Aparcamos en una
bodega a la entrada (y menos mal porque el pueblo estaba a 200 metros) y
comenzamos una breve ascensión hasta esta curiosa iglesia fortaleza. Y lo más peculiar
fue poder comprobar como en la construcción de la posterior iglesia, han
mantenido la románica, incluidos los muros levantando un muro exterior que la
circunvala, además del resto de la
construcción porque en realidad parece más una fortaleza que una iglesia.
El navegador nos
indicaba un aparcamiento pero nos encontramos la calle principal cortada así
que empezamos a callejear y eso no nos gustaba
nada de nada así que intentamos salir encontrando un sitio donde aparcar a orillas del río.
Y el monumento más destacado de esta localidad estaba al lado, la iglesia de Santa Maria cuya portada es una auténtica maravilla y joya del románico navarro. Obra de un maestro francés, su construcción data hacia aproximadamente 1160 y se inspiró en la Catedral francesa de Chartres.
Así que la disfrutamos, lástima que su fachada principal, la más espectacular, daba justo a la carretera, perdiendo parte de su encanto. Después paseamos por la calle mayor, ahora peatonalizada y con alguna bonita fachada de algún palacio. El regreso lo hicimos por una calle perpendicular tomando luego otra paralela a la mayor descubriendo algún que otro bonito rincón con, como no, iglesia incluida.
Y ahora ya pusimos
rumbo a Javier, a eso ya de las 14
horas. A nuestra llegada aprovechamos para comer y después…yo creo que ambos
nos desmayamos, con TV puesta incluida ya que aquí, suerte, si cogíamos cadenas
ue se podían ver.
Pese a la resistencia
que opuso Angel que quería seguir descansando, le convencí para acercarnos al
castillo.
Descendimos por una
carretera dejando a nuestra izquierda algún hotel y restaurante, hasta encontrarnos en una gran explanada frente a la cual se alza sobre la roca viva la
silueta del castillo de Javier, con
sus torres almenadas cortando el horizonte. Cuna de San Francisco Javier,
patrón de Navarra, esta hermosa fortaleza resulta elegante a la par que sobria.
La gran explanada abierta a la entrada de la fortaleza y de la anexa iglesia
permite disfrutar de toda su belleza.
Los orígenes del castillo se remontan a finales del siglo X, en el que se levantó la torre
del Homenaje. En el siglo XVI y por orden del cardenal Cisneros, fue
parcialmente destruido, y a finales del siglo XIX se construyó la basílica de
Javier aneja a la fortaleza. Posteriormente a mediados del siglo pasado, fue
reconstruido devolviendo al castillo su fisonomía original. Fue cuna de San Francisco Javier, cofundador
de la compañía de Jesus.
Aunque decidimos no visitar el castillo ya que había leído que era más
bien salas de exposiciones, sí hicimos una breve incursión en la
iglesia-basílica.
Y después pusimos
rumbo a Lumbier a su “foz”.
Queríamos aprovechar el día ya que para mañana el pronóstico meteorológico daba
lluvias. El navegador nos desvió por un camino extraño, paralelo a la autovía y
entre hormigoneras así que decidimos poner rumbo directo a Lumbier y allí, según habíamos leído,
seguir las señales que nos indicaban a la foz.
Y llegamos sin mayores
problemas. Desde Lumbier parte una estrecha carretera asfaltada que en pocos
minutos nos deposita en un aparcamiento que vale 2,5 euros y no permite la
pernocta. Eran las 7 de la tarde y el paseo duraba una hora, así que nos
preparamos y nos dispusimos a recorrer este sendero que inmediatamente nos
adentró en esta impresionante foz de paredes escarpadas de casi 200 metros de
altura sobre las que vuelan los buitres leonados y con el río Irati cantarino,
ancho, caudaloso y de un intenso color verde al fondo.
El recorrido nos
introduce por dos túneles. En el primero
se ve enseguida la luz de su final, pero el segundo, al tener una pequeña curva,
es oscuro y no se ve ninguna luz así que nos adentramos en las tinieblas. Además
yo creí oir un sonido agudo que me asustó. Angel dice que fue Tula, pero a la vuelta
vuelvo a escuchar ese mismo sonido. Creo que procedía de algún murciélago.
Caminamos durante 30
minutos por esta senda ancha, apta para incluso ir con carrito de niños, con el
río a nuestra derecha y estos espectaculares muros calizos a nuestra izquierda.
Al final del segundo túnel termina esta foz.
Las paredes dejan de
ser abruptas y la autovía se vislumbra la final. Una señal nos indica la
dirección a seguir hacia el puente del diablo.
Regreso enseguida para unirme a Angel e iniciar la vuelta por la misma senda.
La ruta no ha llegado
a 1 hora y nos sabe a poco. Ahora nos dirigimos a un aparcamiento junto al rio,
a las afueras del pueblo, aunque el vigilante del aparcamiento de la foz nos ha
indicado otro, que aparece en park4night pero que no resulta nada atractivo.
El lugar que encontramos
(42.650081; -1.314903) está junto al río un
sitio recogido y agradable. A nuestra llegada había dos autocaravanas y un turismo. Pocas más cabían aunque durante
la noche se unió una autocaravana mas y dos turismos. Y allí, pasamos una tranquila
noche algo pasada por agua.
(Foz de Abayún-Monasterio de Leyre)
El viernes 25 de septiembre amanece gris
pero no amenaza lluvia. Con tranquilidad “levamos anclas” y ponemos rumbo a la foz de Arbayún, a unos 10 km de la de Lumbier.
En la carretera encontramos un mirador con un buen aparcamiento (42.691426; -1.184247) ahora solitario, y nos asomamos a este espectacular abismo, que esta vez podemos contemplar desde las alturas. Impresionantes cortados se abren a nuestros pies para dejar paso al rio que se dibuja abajo.
Queremos hacer una
senda, corta, de unas dos horas y con poco desnivel, no más de 200 metros.
Había encontrado una que cumplía con estos criterios pero ahora teníamos que encontrar su comienzo
ya que no me quedó claro.
Pero lo encontramos siguiendo
indicaciones de alguna página web. Tenemos que volver atrás unos metros para
dejar la autocaravana en una pequeña explanada justo en la desviación hacia la
Foz de Arbayun (42.690108; -1.200752) y
tomamos una senda ancha que nos introduje en un bosque mediterráneo hermoso,
donde los robles, espinos, boj de gran
envergadura de más de metro y medio, y otras especies que no identificamos, nos
acompañan protegiéndonos además de una suave lluvia que cae. Ascendemos para
luego caminar de nuevo sobre plano y luego encontramos algún que otro pequeño
desnivel sin relevancia. Casi al final la ancha pista se convierte en una senda
estrecha donde la vegetación apenas nos eja paso y donde los hitos en algún
cruce nos indican la dirección a seguir.
En poco más o menos de
una hora llegamos al final. Nos asomamos con cuidado a un espectacular abismo
que se abre a nuestros pies. Nos da miedo acercarnos. No hay ninguna valla protectora
así que nos mantenemos a una distancia prudencial ya que a veces hay fuertes rachas
de viento. Tememos por nuestra amiga peluda, que no tiene sentido del peligro y
pesa 7 kilos. Cualquier racha fuerte la puede hacer perder el equilibrio, así
que nos turnamos para sujetarla mientras disfrutamos del hermoso espectáculo de vértigo de la foz dibujada por el río Salazar.
Decido buscar un sitio
seguro desde donde poder disfrutar de este espectáculo grandioso al que se
añade el vuelo de los buitres a los que podemos
contemplar desde arriba y admirar sus siluetas doradas bajo nuestros pies.
Invito a Angel a que haga lo mismo, y en silencio disfrutamos de otro de los
maravillosos placeres de la vida, que como todos los mejores, son gratuitos.
Y una vez más reflexiono
sobre algo que me ha pasado casi toda mi vida: no encuentro ningún atractivo en
sentarme en una terraza a ver pasar coches y gente andando, pero sí lo encuentro
a sentarme a contemplar estos “espectáculos” gratuitos que me ofrece la
naturaleza. Seré simple, pero me gusta. Y este sencillo placer es compartido
por el que es mi pareja desde hace 40 años.
Regresamos sobre nuestros pasos y ponemos ahora rumbo al Monasterio de Leyre. El camino lógico habría sido desde Javier a Leyre y luego a las foces, pero las previsiones meteorológicas nos obligaron a cambiar los planes.
Y al Monasterio de Leyre llegamos alrededor de las 13 horas. Elegimos el extremo del aparcamiento, por su tranquilidad y por ser la zona más plana y allí pasaremos la noche (42.636296; -1.170337) y comprobamos la belleza del entorno natural que acompaña a este monasterio, lo que puede explicar que a lo largo de su historia haya sido refugio de reyes y obispos y escenario de celebraciones oficiales. Es un mirador abierto hacia cimas cercanas y lejanas cadenas montañosas con el cercano embalse de Yesa al fondo. Ahora faltan 10 minutos para las 21 horas y apenas me ha dado tiempo a nada.
Al llegar hemos visitado la cripta y la iglesia y mantenido una breve charla con una joven guía sugiriéndola la creación de un área o punto de servicio para autocaravanas. Y la ha gustado la idea, aunque dice que la propiedad de este lugar es de la Diputación Foral, que los monjes solo tienen el usufructo.
El acceso a la cripta
e iglesia están cerrados con llave que entregan cuando se abona la entrada y una fianza de 5
euros.
Sus orígenes se remontan a la baja Edad Media aunque fue reconstruido en el Siglo XI al sufrir un incendio.
Leyre sufrió también la Desamortización de Mendizábal y estuvo deshabitado desde
1836 hasta mediados del siglo pasado,
cuando se establecieron los monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos
Accedemos en primer lugar a su cripta del siglo XI, lo que me resulta
de una belleza sobrecogedora. Es la parte más antigua y en este angosto recinto se
acumulan masas de piedra, con fustes de escasa altura y robustos capiteles.
Este pequeño lugar con la sobriedad propia del románico más arcaico es
elegante y armonioso.
Su iglesia, iniciada en estilo románico, tiene una gran nave central y
en su bóveda gótica hay lo que describen como una de las ojivas más bellas
existentes en Navarra. Pero lo que me atrapa y
seduce es el canto gregoriano que podemos disfrutar en la oración de las 13horas,
un regalo, acompañada por música de
órgano.
Al devolver la llave
confirmaos las horas en que podremos disfrutar del canto gregoriano de los
monjes: vísperas, a las 19 y completas a
las 21. Y regresamos a comer y descansar.
Y la tarde no da para
mucho más. Ducha y 15 minutos antes de las 19
estamos ya un pequeño grupo esperando a que nos abran las puertas de la
iglesia. Allí permanecemos esperando
disfrutando de la maravillosa “puerta speciosa”, del siglo XII adornada con
elementos de la Ruta Jacobea, y del impresionante paisaje que se abre frente a
ella, iluminado a estas horas con la especial luz del atardecer otoñal.
Casi a la hora en
punto, nos abren para acceder a su interior comenzando un pequeño concierto de
órgano que llena con su sonido toda la iglesia. Es hermoso, emocionante…y lo
escucho sobrecogida. Diez o quince minutos después entran los 12 frailes comenzando
la oración.
El sonido suave del órgano adorna la elegancia y sencillez del canto de los frailes que me traslada nueve siglos atrás. Parece que se ha abierto una puerta en el tiempo y he regresado al siglo XII o XIII. El tiempo se ha congelado y parecería posible que un caballero de la edad media apareciera en cualquier momento en la iglesia. Me dejo acariciar por las notas musicales de las voces de los monjes, por el suave sonido del órgano, me abandono, me dejo atrapar, seducir….relajar…cuesta tan poco….
No hay comentarios:
Publicar un comentario